La alegría es cuestión de método
Por: Laura Lucia Iriarte Sierra
Dice Beatriz Goldberg, psicóloga de la Universidad John F. Kennedy de Argentina, "Toda crisis viene a enseñarnos algo". Desde el anuncio del aislamiento preventivo, hemos gastado nuestras energías en quejarnos constantemente sobre el encierro y sobre nuestra incapacidad para ser felices en estas circunstancias. Lo que hasta ahora muchos empezamos a meditar es que esta actitud de negativismo y frustración, lo único que logran es deteriorarnos poco a poco nuestra salud…
Como en toda crisis, ésta nos ha generado estrés y miedo, lo cual es natural; pero hay que tener presente también que las emociones negativas pueden ser positivas, ya que muchas veces nos instan a mejorar. Por ejemplo, el miedo a enfermar puede hacer que tengamos hábitos más sanos y que entendamos, y aceptemos, el valor de quedarnos en casa así no sea lo que deseamos. Por otra parte, nos ayudan a hacernos conscientes de lo positivo y, en la misma vía, a valorarlo. Hay que considerar que también hay estados inútiles como la preocupación, pues al hacernos enfocar la mirada en divagaciones y teorías inciertas, nos inmoviliza, no nos permite enfocar el pensamiento en el futuro o en posibles soluciones en el presente.
Muchos no saben que la felicidad es un factor que impacta en nuestra salud física y mental. Según Edward Diener, profesor de psicología en la Universidad de Utah, aquellas personas felices o que se sienten bien consigo mismas tenderán a cuidarse más y a llevar comportamientos o estilos de vida saludables como hacer ejercicio, comer bien o dormir las horas necesarias. Realizar acciones que permitan liberar las “hormonas de felicidad”, generan en la persona un estado de paz y tranquilidad. Sabiendo esto, ¿En verdad vale la pena seguir enfocándonos en lo negativo que ha traído esta pandemia? Si la actitud con la que decidamos vivir esta situación definirá la forma como saldremos victoriosos de ella, ¿no vale la pena entonces arriesgarse a tener una actitud positiva y optimista? Si este aislamiento puede ser una oportunidad de mejora, una oportunidad para desarrollar nuestros gustos y talentos, ¿por qué negarnos esa oportunidad?
Pero hay algo que siempre nos retiene y es la fabricación de variadas excusas para no iniciar el desarrollo de nuestra alegría. Nuestra excusa favorita es: “Ok, debo trabajar en mi felicidad, pero no sé hacerlo”. La solución a este inconveniente es más sencilla de lo que parece. Para muchos, puede que estos días están cargados de reflexión y tiempo en familia; Para otros, puede que su trabajo haya aumentado drásticamente. Pero frente a ambas perspectivas es necesario iniciar un proceso en busca de la tranquilidad. Primero, debemos mentalizarnos acerca de que lo único que podemos hacer es seguir las indicaciones preestablecidas por el gobierno. Segundo, enfocarnos en nuestro presente, en hoy, mirarnos, examinarnos, tomarnos tiempo durante el día para respirar y realizar alguna actividad física. Solo así vamos a tener la capacidad de reinventarnos y darnos nuevas oportunidades. En tercer lugar, conectarse con uno mismo, conocernos un poco más; en esta época en la que estamos hiperconectados con los demás a pesar del aislamiento, sería útil que esa conexión nos ayudará a conocernos más a través de otros y, además, apoyarnos en su compañía. Como cuarto punto, es importante que redireccionamos nuestra atención y nos pongamos en la tarea de buscar formas de ser felices sin quejas y sin angustia. Por último, deja que la felicidad llegue, no la persigas, porque como decía Henry David: “La felicidad es como una mariposa: entre más la persigues, más elusiva se vuelve. Pero si pones tu atención en otras cosas, viene y se coloca suavemente en tu hombro.”
La felicidad es una actitud ante la vida, aunque es cierto que como dice Sonja Ludomisky, el 50% lo aporta el factor genético, el 10% las circunstancias que debemos afrontar, lo cierto es que el 40% del que tenemos que aferrarnos, depende de nosotros, depende de nuestra actitud. ¿Qué estamos esperando? Podemos ser felices, nadie nos lo impide. Entonces, ¿Qué harás hoy para ser un poco más feliz?